Gente que se dio una vuelta


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4 de abril de 2010

Shhhh

¿Vieron qué difícil es escuchar?. ¿Y ser escuchados?. No sé uds., pero me parece una tarea casi titánica. Y no me refiero a la escucha presente, "terapéutica", esa que nos requiere estar ahí con todos los sentidos, disponibles para el otro, la otra. Es algo más simple y banal: escuchar al otro, dejar que el otro, aunque sea, termine la frase que está elaborando. Por eso cuesta obedecer, porque no sabemos escuchar: ob-audire, poner el oido hacia abajo, inclinarlo. Por eso cuesta repetir lo que dijo otro (lo que dijo, no lo que suponemos haber escuchado). Por eso el desencuentro.
Por trabajo y por vocación, vivo de las palabras, de comunicar, de recibir palabras de otros, de transmitir palabras mías y no tanto; pese a eso, me reconozco de pocas palabras.  No me gusta hablar por hablar sin más.  Sé lo que una palabra pesa o lo que libera. Y me gustaría decir que soy responsable de mis palabras, que respondo por ellas.
Por todo esto, me irrita sobremanera cuando no nos escuchamos, cuando no soy escuchado, cuando tengo que repetir algo varias veces -y no el teorema de Pitágoras ni la teoría de la perijóresis trinitaria-. Y si a la tercera te levanto el tono, jodete por no oír o por decir sí sin escuchar, que es lo mismo.
A veces me parece que venimos con un stock de palabras, y que a lo largo de la vida las vamos empleando; a veces, me parece que se gastan antes de tiempo. Economía de palabras vacías, derroche de silencio atento.

1 comentario:

Vale Marsans dijo...

No se si venimos con un bagage de palabras que vamos gastando... a mi me pasa que de joven desarrollas de manera progresiva y exponencialmente pero a medida que pasan los años lo accesorio va decantando y va quedando lo que es esencial. De hecho el otro día pensaba que siempre ando rondado en lo mismo! me sorprendí pensando que podría ser "eso". Será pobreza? Será austeridad?
sorry llegó mi sobrina...