Gente que se dio una vuelta


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30 de mayo de 2010

Enemigos

La culpa es de Hollywood. 

Créanlo. Él -un él indefinido, sin cara- es el padre de nuestros enemigos.
Crecimos viendo series (La flia Ingalls, Brigada A, la que quieran) o películas (desde Blancanieves a la Alicia de Burton) que nos mintieron. Y que compramos. No que hayan mentido por los mundos de ficción que tan bien nos hacen, no. Peor. Nos vendieron que ningún conflicto, desgracia, tragedia o lo que fuese, dura más de 23 o 46 minutos, si es serie, o entre 90 y 105, si es cine. Y ¡ay!, esos capítulos que terminaban con el to be continued... La falsa incertidumbre se nos prolongaba una semana. Tremendo.


Todo se resolvía en los últimos cinco minutos, así que incluso el sufrimiento por el desenlace tampoco era tal: tenía que terminar bien para los buenos.
En algún lugar del cerebro, por ponerle un espacio, este esquema se nos imprimió y es como un patrón con el que miramos la vida: las cosas NO pueden salir mal, todo tiene que resolverse pronto, para que seamos felices y comamos perdices happily ever after... Y te digo: no, querido, por eso son cuentos.

Si te empecinás en frotar la lámpara, sólo le sacás más brillo, no un genio; si te envenenás con una manzana, no hay príncipe que te salve; si huís de la policía de tres estados en contramano por la autopista, chocás seguro; si estás a los tiros, por más puntería que tengas, con tres balas no derrotás a la federal... Y así.

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