Gente que se dio una vuelta


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2 de septiembre de 2010

Rosita

Están haciendo unos días grises, lluviosos, fríos. Casi como si el invierno se negara a irse sin prepotearnos un poco. Como para estar acorde al día, pasé por el sanatorio a compartir un rato con P, que está hace varios días cuidando a su mamá. La mamá está viejita, achacada, mimosa, rondando los 80.

En un momento, cuando salimos para que la enfermera le cambie un drenaje, P. nos cuenta que hace un par de horas le dijeron que la mami tiene un cáncer muy avanzado que sorprendió incluso a los doctores. Dos, tres minutos de resumen apretado hasta que sale la enfermera y volvemos a entrar.

Un rato más de compañía, mate, charla, algún chiste para que Rosita se olvide un segundo de lo molesto que es el drenaje, ahora que se va la anestesia. Tengo que irme: P. me acompaña al ascensor, la excusa perfecta para charlar dos minutos más, lagrimear un poco, hacernos y sabernos mutuamente presentes.

Llego a casa y necesito escribirlo para que el gris frío de este día no apague el fuego sagrado que nos une.

1 comentario:

Mariana dijo...

Me suena extremadamente familiar la historia. No se qué es más frío si el día o esos pasillos ...