Gente que se dio una vuelta


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2 de junio de 2011

De manual

No hace falta ser Freud para darnos cuenta que son los cercanos quienes más influyen en nosotros, para bien o mal.

Las alegrías grandes, las penas mayores, los dolores o heridas más hondos, nos los suelen causar aquellos que más queremos. No siempre los causan queriendo, intencionalmente; muchas lo hacen sin siquiera notarlo.
Lo mismo hacemos nosotros con ellos, claro.

Me está costando y mucho, estos tiempos, asistir a la vejez de mis padres sin enojos ni culpas. Cuesta un poco. Bastante, bah.

1 comentario:

Mariana dijo...

Me pasó. Por un lado sentía que tenía razón y por el otro mucha culpa.