Gente que se dio una vuelta


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5 de agosto de 2011

Del siglo pasado

Por algún tipo de reduccionismo tenemos pegados algunos conceptos a la sexualidad, cuando en realidad son mucho más amplios. Pienso en el uso que hacemos, concretamente, de las palabras obscenidad y pudor.

¿Y la obscenidad que es fruto de la manera promiscua con que se expone la intimidad?. ¿Nunca sintieron pudor por conversaciones que nos obligaron a oír en el tren, por caso?. Y no hablo de una charla entre una parejita que se hace mimos. Pienso en -y oigo, escucho- en los que hablan como si estuvieran en el living de sus casas; o alguna pelea o discusión en vivo -y no solamente en la tele-, donde sentimos que estamos de más. Nos entran datos, información, medias palabras... Amores, mentiras, despedidas, enojos.

Cuando lo que en teoría es íntimo, privado, personal, es expuesto sin reparos, violentamente, eso es lo obsceno: lo que está fuera de lugar y que nos produce vergüencita. Que percibimos fuera de lugar, que no corresponde, que incomoda. No una teta ni un beso.

Eso es otra cosa. 

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