Gente que se dio una vuelta


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22 de octubre de 2013

Des confiados

Las personas tenemos diferentes umbrales de dolor: lo que a uno le resulta apenas una molestia para otro es insoportable. Por eso creo que, de entrada, no podemos subestimar el dolor ajeno como tampoco magnificarlo.

Lo que me sucede, me parece, es que seguimos creyendo -o sigo creyendo, cada quien leerá en singular o plural- que el dolor propio, físico, existencial, interior, o la forma en que lo enfrentamos, son los únicos válidos. Siento que les pedimos a los demás que validen su dolor para que les creamos.

Eso sin contar a quienes necesitan siempre ser los más sufridores o dolidos. 

Como si dolerse fuera privativo de unos. O como si desconfiáramos del dolor de otros. 
Estarnos vulnerables, dolientes o solidarios.

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