Gente que se dio una vuelta


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17 de octubre de 2013

Pequeñas r-evoluciones

Cuando llegaba del colegio -colegio privado, así que había que usar uniforme-, lo primero que tenía que hacer era cambiarme de ropa. La orden era que no podía sentarme a almorzar con el uniforme. Desde 1º grado de la primaria a 5º de secundaria, todos los días esa tortura: pantalón de franela gris, zapatos, camisa, corbata, blazer... impecables.

Cuando llegan los hijos de mi hermana del colegio, pueden dejarse el uniforme tanto como quieran. No hay apuro ni necesidad de sacárselo. Debo reconocer que, cuando estoy en casa de ellos, me "violenta" ver que no se lo sacan, que comen, hacen la tarea, se tiran a ver TV, juegan como si nada.

No pasa nada, no se caen los planetas, no es el fin del mundo, no hay terremotos. Sospecho un acto de reivindicación de mi hermana en esa pequeña zona de libertad. 

Una parte mía los envidia. La otra los quiere mandar a cambiarse.
Me quedo con la envidia.

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