Gente que se dio una vuelta


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25 de enero de 2014

Ay, carajito...

Una de mis "novias", María, anda arriba de los 80. Hoy, cuando la veo me cuenta:

-Nunca estuve tan triste en mi vida... murió mi hija, la que vive en Miami. El lunes hablé con ella, estaba con mucha tos. El miércoles murió.

Nos abrazamos. Lloraba casi sin lágrimas.  No puede viajar porque no tiene visa para entrar a los Estados Unidos. Tampoco la tienen sus nietos. No pudo comunicarse con su yerno, quien no habla español. Consiguieron un amigo de sus nietos que hablaba inglés. Así se entera que el domingo será el funeral. Que Elena no quería ser cremada. Que, por lo tanto, no tendrán ni las cenizas de su hija...

María, de pequeña, fue pastora de cabras en el norte argentino; vivía con su abuela. Vino a Buenos Aires y trabajó muchos años como empleada doméstica. Conozco a una familia en cuya casa trabajaba y doy cuenta de cuánto la querían. Crió hijas, nietos, biznietos. Su rostro es andino, indio. Anda lento, porque se agita, sufre de asma. Me divierto haciéndola reír y proponiéndole matrimonio: nunca acepta. Reza mucho, simplemente. Tiene la sabiduría de los años vividos bien.

Hoy fue infinita la ternura que me produjo.
Ganas de decirle que va a pasar, que ya va a pasar. Pero, por más fe que tenemos, sabemos que no es así, que el dolorcito se mantiene.

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