Gente que se dio una vuelta


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13 de enero de 2014

Distancia óptima

Un tiempo compartí casa con una persona tan insegura de sí misma que necesitaba que otro (yo, en este caso) le dijese si hacía falta ponerse un sweater o no. No es una manera de decir: es literal. Vivía en un estado de duda constante. No una duda sana, de esa que te dice que no tenés todo claro, sino una duda paralizante.

Como contrapartida y no curiosamente, esta persona necesitaba que otros dependiesen de él y que le consultaran absolutamente todo. Creaba unas relaciones de dependencia asfixiante y, como es lógico, esa era su normalidad. No había manera que entendiese lo potencialmente patológico de ese tipo de vínculos. Una especie de control freak, vamos.

No soy la persona más segura del planeta y las inseguridades me atacan por los cuatro costados. Pero si me arriesgo y equivoco o acierto, es mi responsabilidad.
Cuando percibo que un vínculo es dependiente y asfixiante, huyo o lo hago morir.
Prefiero una libertad solitaria a una compañía que ahogue.

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