Gente que se dio una vuelta


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2 de marzo de 2014

Coca, in memoriam

Murió Coca, una hermana de mi padre, pasados ya los ochenta años. Me enteré mientras estábamos celebrando el segundo cumpleaños de Mateo. Quise quedarme un poco más, pero no pude, tuve que venir a casa, al nido, al útero.

Uno de mis primerísimos recuerdos es estar en sus brazos, en una pileta inmensa. Yo tenía dos años -sí, guardo memoria de algunas cosas de ese tiempo, sobre todo de ese viaje a Mendoza-. Ella tarareaba una tonada y cuando terminaba, sumergíamos la cabeza en el agua. Probablemente haya sido la manera en que me aprendí a no respirar bajo el agua. La melodía me sigue resonando: larira, lairá...

Me enseñó a jugar a la casita robada, a la escoba de quince y al chinchón. Pasé muchas tardes en su casa, la visitaba aunque mis padres no fueran. Mientras ella planchaba me contaba anécdotas de la familia, de su niñez, de sus hermanos. A veces hacía una pasta frola de dulce de leche que tenía sabor a cielo.

Años atrás, visitando a su hermana mayor que vive en Estados Unidos tuvo un ACV y ya no volvió a ser la misma. Se le confundía el tiempo, perdió la memoria de corto plazo, se perdía cuando había mucha gente. El último tiempo estuvo en un geriátrico porque necesitaba cuidados constantes. A veces mis padres la traían a casa de ellos unas horas, hasta que ya no pudieron.

De a poco se van moviendo las piezas de la vida y nos toca a nosotros ir siendo techo.

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