Gente que se dio una vuelta


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9 de abril de 2014

Visita breve

Hace un mes largo que no veo a O, una vieji de 82. Me cuentan que anda medio mal de las piernas y que no sale mucho. Averiguo dónde vive -en verdad sé, pero me acuerdo la casa y no la calle- y voy a visitarla. Llueve. Me recibe contenta, me hace pasar. A toda costa quiere darme algo para comer. Es media mañana y sólo acepto algo fresco, un poco de soda. Me trae el sifón y un vaso: fresca, sabrosa...

Nos sentamos a la mesa de la cocina-sala-comedor. Hay una olla al fuego, ya está preparando el almuerzo para ella y su hijo que, separado por segunda vez, volvió a la casa de la madre. Pienso que me desesperaría vivir en ese pandemonio de cosas. La radio me aturde y ella, medio sorda, habla con voz potente. Desde la ventana desvencijada se ve el jardincito, orgullo de la dueña. Anda con algunas ñañas nuevas; le pregunto si fue al médico. Me cuenta cosas del barrio.

Me dice que en un mes ya no tiene que pagar un crédito que sacó por su hijo. Que como no sabe si llega a los 83, con ese "extra" que ahorrará del crédito un par de meses, más el aguinaldo, va a hacer una comida para el 20 de julio, día del amigo, que cae domingo. Me invita porque soy su amigo. Me tengo que ir. Cuando estamos saliendo me muestra sus plantas: una palta enorme, dos laureles, limonero, orquídeas, naranjo, varias aromáticas. Quedamos en que el domingo nos vemos. Sale el sol.

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